3/6/06

Silencio

Reflexión de algo que nace, de esto que me habita a cada suspiro, lo que no encuentra cuadrilátero real del místico mundo interno. De los pensamientos enlazados a lo innato de la racionalidad, a lo neurótico de la inconformidad de la búsqueda incansable. De la burda conclusión que intento dibujar para redondear lo que jamás va a cerrar, de eso que toda disciplina intenta responder “la certeza”. La indescifrable certeza de que nada es verdad y todo es propio del deseo oculto tras todo, e indescriptible e inabarcable, como esta expresión...

Las palabras nunca logran cubrir o abarcar lo que necesariamente intentamos plasmar, no llenan la falta originaria, no rebasan jamás el silencio. No figuran la reminiscencia de la entrañable tristeza. No descubren, ni reflejan, ya que el reflejo no es más que una aproximación turbada de la laguna interior.

Destinados a vivir atravesados de una retórica incompleta y verosímil, llena de signos que nos ahogan lo desenfrenado de la pasión. A elegir, clasificar las palabras para significar, eso que en el pensamiento es claro y trivial. Las palabras, esos seres hostiles, vagabundos y necesarios, infiltrándonos en esa desesperante atmósfera de blasfemia coherente.

Ablandándonos como el metal, en el fuego infernal de lo estructurado y huero. De eso ordenado, como un menú, empujando al tedio lo infranqueable del ser, que solo es por estar unido a lo caótico de la naturaleza parlante.

El silencio es lo verdadero, el silencio que deja lugar a la expresión de las miradas, tocando el alma con el arte del mutismo cálido y penetrante. El silencio poblado de caricias sutiles, amables y amantes, hablando con el otro lenguaje, mejor que con los ruidos, las caricias esa lógica mística.

Dejemos de palabrear y demos espacio y cobijo a la brisa norteña de los sentimientos, no dibujemos lo fulgurante de nuestro interior con letras unidas. Permitir que la locura nos habite, aunque más no fuera, esporádicamente. Amemos con la sangre y con la parca, con lo empírico y lo espiritual. Que sea intensidad, que no sea un engaño la vida.

Mejor que sea caída, pozo, agua embarrada, que sea todo muerte y resurrección, que no exista la boca desabrida, que todo sea lo que tenga que ser. Así, la alegría será todo triunfo, todo lo sorpresivo el cenit de la existencia.

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laventuradelapalabra

"sin dudas soy yo un bosque y una noche de árboles oscuros: sin embargo, quien no tenga miedo de mi oscuridad encontrará taludes y rosas debajo de mis cipreses" Nietzsche