24/10/06

"Crónica de una colita"


Volvía caminando a la noche, por Sarmiento, impasible la calle a la hora de los nirvanas de algunos orgasmos, de gente viviendo la otra vida, de las soledades empaquetadas. Me habría comprado un chocolate a esa hora, me había puesto a pensar qué estarían haciendo las almas mientras yo transcurría mis pasos.
Me bajó a la realidad, el ruido lento de una moto que cruzaba a algunos metros míos, y el conductor me espiaba entre la gorra y las pestañas. No hice caso, porque supongo que me estaría estudiando los movimientos. Lo que sucede, es que en mi calle las mujeres, o los hombres vestidos de mujer, trabajan su cuerpo, y laboran la profesión más vieja del mundo... entonces, todo el que anda por acá a esa hora busca algo...
Entonces, seguí por mi línea, doblando por Cochabamba a la izquierda, saboreando el chocolate con frutilla que se fundía en el calor de mi boca.
El silencio es inmenso a esta hora, no hay autos que lo apabullen, y sólo escuché el gemido final de una satisfacción. Pero en medio de todo el vacío noctámbulo, casi llegando al depto... veo aparecer la misma gorra y el bloque encima de la moto que venía ahora de frente, muy despacio... y volvía a mirarme, pero esta vez con un bamboleo en la reacción.
La puta madre que lo parió!!!.. nunca me había pasado nada, suelo no llamar la atención, pero estaba sola en medio de la oscuridad invitando a cualquier provocación...
Y si este hijo de puta me quiere afanar? Qué haces ahora pelotudita de mierda? Te das cuenta, me dije, no tenés que andar sola a esta hora, pero ya era tarde... no quedaba tiempo para la reflexión.
Noté que disminuyó aún más la velocidad, me miró, lo miré... preparada con el instinto de supervivencia agarrado del cuello... y en eso, veo que era un gordito bastante desagradable, con la cara transpirada, o brillante debido a la gracitud de los poros.
Apoyado su pié en el cordón, movió la boca y me dijo: “por cuanto me dejas la colita, mi amor”... sin quererlo esbocé una sonrisa demudada, no la notó, porque se quedó ahí impávido, esperando la contestación... le contesté sin pensarlo, con una autoestima irreconocible.... “no tiene precio”. Y fue cuando llegué a la puerta del departamento, degustando el último pedacito de chocolate...

3 comentarios:

AbrazoLasSombras dijo...

che!!
cuidadito con eso eh!

Maracuyá dijo...

Vos decís, qué no cobre de menos?... =)

AbrazoLasSombras dijo...

jajaj, tal cual!
besos

laventuradelapalabra

"sin dudas soy yo un bosque y una noche de árboles oscuros: sin embargo, quien no tenga miedo de mi oscuridad encontrará taludes y rosas debajo de mis cipreses" Nietzsche