12/9/06

"Rayuela" Cortázar - capítulo 67




Me estoy atando los zapatos, contento, silbando y de pronto la infelicidad. Pero esta vez te pesqué, angustia, te sentí previa a cualquier organización mental, al primer juicio de negación. Como un color gris que fuera un dolor y fuera el estómago. Y casi a la par (pero después, esta vez no me engañás) se abrió paso el repertorio inteligible, con una primera idea explicatoria: “estoy angustiado porque... etc.”
Las ideas a vela, impulsadas por el viento primordial que sopla desde abajo (pero abajo es sólo una localización física). Basta un cambio de brisa (pero qué es lo que la cambia de cuadrante?) y al segundo están aquí las barquitas felices, con sus velas de colores. “después de todo no hay razón para quejarse, che”, ese estilo.

Me desperté y vi la luz del amanecer en las mirillas de la persiana. Salía de tan adentro de la noche que tuve un vómito de mí mismo, el espanto de asomar a un nuevo día con su misma presentación, su indiferencia mecánica de cada vez: conciencia, sensación de luz, abrir los ojos, persiana, el alba.
En ese segundo, con la omnisciencia del semisueño, medí el horror de lo que tanto maravilla y encanta a las religiones: la perfección eterna del cosmos, la revolución inacabable del globo sobre su eje. Náusea, sensación insoportable de coacción. Estoy obligado a tolerar que el sol salga todos los días. Es monstruoso. Es inhumano.
Antes de volver a dormirme imaginé (vi) un universo plástico, cambiante, lleno de maravilloso azar, un cielo elástico, un sol que de pronto falta o se queda fijo o cambia de forma.

Ansié la dispersión de las duras constelaciones, esa sucia propaganda luminosa del Trust Divino Relojero.



Longevidad

(una mañana)

La sinapsis se concatena en una sucesión precisa.
Sístole de los párpados, haciendo crujir las pestañas apenas curvadas por el rimel nocturno y corrido hacia abajo, hacia las pequeñas arrugas de terciopelo.
Se mueve su cuerpo suavemente, y forma un arco su espalda apenas desperezada. Un diástole acompaña el suspiro madrugado de la vigilia
Sus piernas apáticas, estibadas sobre el colchón se tienden rozando el algodón áspero color uva. Rezongan las manos acurrucadas bajo la almohada de goma espuma halada que acompaña sus aventuras noctívagas.
Gira su cabeza de un lado al otro, bitácora sincrónica, su cabeza gira de un lado a otro.
Abre sus ojos, después del rito llevado a cabo sin decoros.

Tal vez la despertó alguna pesadilla incólume, tan sin fuerza que logró olvidarla, pero el esfuerzo de olvido le dejó un vestigio desagradable. Y pensó en lo primitivo de la sensación, que filogenéticamente es anterior a la razón. Que luego queda sublevada por ésta, con el paso de los complejos sucesos que van acompañando al desarrollo unitario del ser (idea robada de algún lugar).
Y otra vez la comedia irremediable, levantarse por influjo ancestral, la anatomía se despega del colchón. Tomar mates, fumar.

Ella no previno la angustia, no hubo espacio, estaba con ella cuando despertó.

2 comentarios:

AbrazoLasSombras dijo...

me gustó
yo la llevo a pasear al sueño

Maracuyá dijo...

=)
A mi me visita..

laventuradelapalabra

"sin dudas soy yo un bosque y una noche de árboles oscuros: sin embargo, quien no tenga miedo de mi oscuridad encontrará taludes y rosas debajo de mis cipreses" Nietzsche