25/6/07

Efluvios de los días sin sol
Esas espesas esperas
De siestas sin calor, sin ton
Ni toc toc en la puerta

21/6/07

Fulanitos


Era más puta que todas las putas portuarias, más puta que Eva, más bella todavía, más puta que Joaquín. Se dejaba a cambio de compañía sin diferencias de géneros, por un poco menos de soledad y nada de dinero.
Tal vez su madre le heredó la inconmensurable libido cuando en el vientre vivía, adquiriendo la primogénita esa misma desproporcionada y anticultural forma de darse, sin diques de vergüenza o temor, nada propiciaba freno a la explosión de sus sentidos. Como toda hembra tenia el corazón amaestrado para esquivar suspicazmente los cachetazos del destino, de los cuales salía ilesa, pero no triunfante.
Sin fulanos, emprendió el éxodo a la hora más oscura de la noche.
Abriéndose paso entre el tumultuoso gentío del bar. Se le acercó un tal y otro tal diciendo blablerias, esa concatenación de fonemas embadurnados de encantamientos, más lindos que la propia verdad.
Había leído a Arlt por esos días y buscaba a Erdosain, aquel que mata para darle un giro a la vida, asesinando a cualquier tal para apropiarse en el acto de su historia, para ser protagonista, simplemente. Buscaba a Erdosain para ofrecerle la muerte o la vida, daba lo mismo (esta antonimia era para ella conceptos fijados por el lenguaje), proponerle una especie de pacto silencioso entre dos desgraciados. Lo buscaba a sabiendas, como todos sabemos que el que busca encuentra.
Escuálido, casi transparente se acercaba con un cigarrillo apagado sostenido entre la comisura de los labios, canoso sus ojos por la neblina de los años, alto y levemente inclinado, como si una carga lo obligara hacer fuerza hacia adelante, un bicho pusilánime que sin verla la atravesó y la colocó en el centro de su vidorria, al momento en que la parca le sopló la oreja y sintió una gota helada recorriéndole el pescuezo.
Aquella representación con que se figuró a Erdosain era perfectamente afín con el semblante que acababa de percibir. El morbo apretó su sexualidad, conociendo otro costado paralelo.
La estética de aquél cuento que escribía mientras el mundo se rompía a pedazos en la vereda de enfrente, mientras la gente creía morir de amor en las entrañas mismas de la felicidad, porque la gente no sabe amar, ella misma no sabía como hacerlo, todo eso le daba náuseas, todo el amor y el odio que soportaba la empujaba hacia lo absurdo de la risa.
Hizo y deshizo las estrategias de conquista, mostrándole fortuitamente unos ojos desvariados, tal vez por el alcohol, tal vez por la tristeza, tal vez por el desinterés, descansada en aquel cuerpo de hembra hermosa que bailaba solo para él. Bailaba la danza eterna de la previa lucha, como un animal en celo, desplegando todo su encanto bailaba, intentando atraer la atención de su rival bailaba. Y en el baile se dejó caer Erdosain con la melancolía del castrado, tímidamente y distraído buscaba entre sus huesos la tonicidad del macho dormido. Se encaminaba hacia el futuro, rebuscando la pista perdida de su existencia.

Aún los sucesos siguientes no están esclarecidos, sólo tenemos la escasa información de que ambos infelices lograron un ínfimo contacto aquella noche atroz, lo demás nadie puede saberlo, acaso olvidados nadie reclamó sus paraderos, las autoridades abrieron una línea telefónica solidaria solicitando información, pero es un número incierto, como estos dos seres. Como tantos seres anónimos, cuerpos llenos de nada y rebasados de silencios. Cuerpos impúdicos sin huellas, desde la concepción alienados, destinados a desvanecerse en el espacio. Cuerpos de sociedades despóticas, sin historia, sin final....

5/6/07

cerca de realidad y lejos de las batallas
tanto que se podría decir y nada de lo que escribir
perspicaz son los amados y amantes
inteligentes aquellos que enfrentar con recursos

yo muero en el habitáculo donde
Rocamadour
y él muere de transparencia

laventuradelapalabra

"sin dudas soy yo un bosque y una noche de árboles oscuros: sin embargo, quien no tenga miedo de mi oscuridad encontrará taludes y rosas debajo de mis cipreses" Nietzsche